Creer que uno puede ser familia o pareja simultáneamente en el mismo es una dificultad. Muchas parejas con las que he trabajado en mi consultorio han vivido creyendo que establecen una clara diferencia entre lo que es ser pareja y lo que es ser familia. Sin embargo, algunas parejas no ven mayor diferencia entre ambos conceptos. Mencionan que llevan una buena vida familiar y, por ende, la pareja va bien.
Algunos comprenden que vivir en familia, es decir, con pareja e hijos, genera felicidad y consideran que el problema reside en su relación de pareja. No obstante, están atrapados en una confusión basada en la creencia de que han sido pareja dentro del espacio familiar. Piensan que al ser una familia, automáticamente también son pareja, y que las interacciones familiares simultáneamente construyen la relación en pareja. Creen que ser pareja no es independiente de ser familia.
Ser pareja y ser familia o padres son sistemas totalmente independientes. La relación de pareja no se construye al vivir dentro de la familia, sino cuando viven solos como pareja. Las expectativas respecto a la pareja como amante, cómplice o amigo no se pueden satisfacer dentro del sistema familiar; solo se construyen en un espacio exclusivo para ambos. El mundo de pareja se crea y mantiene en un espacio de pareja, y desaparece en el espacio familiar.
Es crucial entender que la vida familiar y la vida de pareja no solo son diferentes, sino también discontinuas. Si se pretende que ambas existan simultáneamente en el mismo espacio, prevalecerá la vida familiar y desaparecerá la vida en pareja. Al hablar sobre los hijos y sus circunstancias, se ejerce el rol de padres, pero cuando se comparte y disfruta solo con la pareja, se es pareja.
Los sistemas se configuran a partir de las conversaciones, emociones y acciones que caracterizan cada sistema, diferenciándolos de otros sistemas humanos. Por ejemplo, en un grupo de amigas, las interacciones son particulares de ese grupo. De manera similar, en pareja se generan interacciones únicas que desaparecen al incluir más personas. La complicidad, la pasión, el juego y la diversión surgen desde una intimidad protegida de interferencias externas.
La familia, por su parte, es un sistema compuesto por dos subsistemas: el sistema parental (padres) y el sistema filial (hijos), donde predomina la emoción de responsabilidad por parte de los adultos hacia la crianza y desarrollo integral de sus hijos.
La familia es un sistema jerárquico que proporciona cuidado, protección y educación a los hijos. Las emociones y acciones coherentes en el sistema familiar giran en torno a la educación, amor parental, experiencia de ser padres, responsabilidad, aprendizaje y disfrute de la relación familiar. Por lo tanto, cuando los padres están inmersos en el lenguaje familiar, no pueden simultáneamente estar inmersos en el lenguaje de pareja.
La confusión entre familia y pareja a menudo lleva al deterioro de la relación de pareja, ya que la constante frustración surge al desaparecer las acciones y emociones propias de la pareja. A medida que estas no surgen, se siente la ausencia de amor y conexión.
Algunas parejas son conscientes de la necesidad de mantener el espacio de pareja, pero no logran excluir a sus hijos de su convivencia como pareja, para evitar reclamos o sentimientos de culpa.
Cuando en el proceso terapéutico la pareja toma consciencia de esta diferencia entre familia y pareja, experimentan alivio al entender que lo que interpretaban como desamor no es tal, sino la consecuencia inevitable de vivir constantemente en un espacio familiar mientras se anhelan las emociones de complicidad e intimidad de un mundo exclusivo de dos.
Comprender que estas emociones no surgen dentro del sistema familiar permite a los consultantes realizar acciones simples que comienzan a distinguir el mundo de la pareja del mundo familiar. Recuperar la pareja influye positivamente en la armonía del espacio familiar.